5.11.2005

el encuentro

La única vez que caminé por Berlín, fue hace 20 años. En mi camino hacia Polonia decidí pasar una noche allí para ver (ver!) si lo que escuchaba en los prostíbulos de mi pueblo era cierto. Era cierto, y no me atemoriza confesarlo. Pero ahora, tanto tiempo después, les digo que no podría decidir si lo que ví esa noche realmente fue vivido, o fue soñado, o si vale la pena discernir entre los dos. Basta decir entonces que la inspiración de las obras gráficas y musicales que tanto me han retribuido, en reconocimiento, y en compañía de otras personas, tiene su origen en Berlín. En la noche y en Berlín. En esa noche de Berlín.
Si ese encuentro se hubiera dado de día, creo que ahora estaría también en esta sala, pero como un espíritu que decide acompañarlos en esta cena, para luego seguir a alguno entre ustedes hasta su habitación, a esperar que esté en su cama listo para continuar con la lectura del libro de turno. Para luego ir a otra habitación y ver cómo alguien decide mirar bajo la cama en espera de no encontrar un amigo que murió hace semanas, y luego dejaría la ciudad e iría a las afueras a presenciar el momento en el que un perro es atropellado. Y vería como muere. Y vigilaría otra noche más. Y esperaría una civilización más que se desencaja del tiempo para darme la razón, una vez más.
Pero estoy ahora en esta sala, de pie frente a ustedes, hablando. Y están ustedes perdiendo la noche que está afuera. Perdiendo sus vidas entre estas mesas, manteles, lámparas, servilletas y alfombras. Escuhándome. Esperando la siguiente oración.